Por: César Idárraga Guerrero
Respetados señores emigrantes colombianos, reciban un cordial saludo desde esta su patria, la que tanto los recuerda y esa a la que ustedes siempre añoran. Ese amor mutuo aún se conserva.
Han pasado muchas cosas desde su partida, sus hijos ya no son los niños a los que dejaron, hoy son todos unos hombres y mujeres a punto de entrar a la edad adulta. Sus padres han envejecido al igual que sus hermanos. Pero pierda cuidado, el amor por ustedes, que están a la distancia, sigue intacto.
Seguramente la economía del país no pasaba por el mejor momento el día en que tomaron la decisión de partir, y para serles sinceros, hoy por hoy está igual o peor. Todos los colombianos que residimos aún en esta agobiada patria tenemos muchos problemas económicos, a excepción, claro, de sus familiares, que gozan de las remesas que ustedes les pueden enviar. Seguramente fue ese su anhelo antes de partir; que los suyos estuvieran “bien”, que no les faltara nada.
Pues bien, créame que si ese era su objetivo, lo ha logrado; a sus hijos, padres, hermanos, sobrinos, etc, no les ha faltado nada. Ha valido la pena trabajar tan duro como lo hace, desgastándose no sólo física sino emocionalmente.
Con seguridad ahora el país en el que se encuentra debe haberlo acogido y hasta en este momento puede estar gozando de una doble nacionalidad. Pero no conformes con eso, debe estar soñando en que al menos sus hijos puedan tener ese mismo ‘privilegio’
Lo felicito señor emigrante, si su deseo era que no le faltara nada a su familia, al menos desde el punto de vista económico.
Pero hay un detalle, en este tiempo que usted ha estado ausente, sus hijos ya no son los niños que dejó, ellos crecieron y pasaron no pocas etapas difíciles de la niñez y adolescencia, solos. Ciertamente usted no fue el único que sufrió soledad en ese extraño país, del que tanto anhela adopción. Sus hijos también. Créame que si ellos pudieran elegir entre comodidades económicas o su compañía, no habrían dudado un segundo en aguantar hambre junto a usted.
Lo invito a que vuelva señor emigrante, no le creo falsas expectativas diciéndole que el país ha mejorado. Sigue lo mismo. Creo que peor. Pero hay algo por lo que vale la pena regresar: su familia.
Arregle sus asuntos y compre el próximo boleto con destino a Colombia, todavía está el rio ese al que usted se iba abañar con sus amigos en el colegio. Las empanadas con ají no han pasado de moda y el café y la arepa todavía saben bien al desayuno.
No lo piense dos veces, véngase ya y vaya preparando sus oídos y su lengua, porque aunque hable cada ocho días con su familia, todavía no le han contado todo. Usted bien sabe que uno por teléfono no lo habla todo.
Haga el balance y se dará cuenta que es mejor estar en su tierra, esa tierra que cuando usted sale a la calle la gente lo saluda por su nombre y hasta le agregan un don o una doña, y los que no le conocen lo miran y sonríen.
Así que don o doña emigrante lo esperamos pronto, este su amigo y con mayor esperanza su familia. Familia que téngalo por seguro no le reprochará en ningún momento su larga ausencia. Ausencia que terminara el día en el que oiga el himno nacional cuando el avión en el que llegue le ponga a sonar el ¡oh gloria inmarcesible o júbilo inmortal...¡
Respetados señores emigrantes colombianos, reciban un cordial saludo desde esta su patria, la que tanto los recuerda y esa a la que ustedes siempre añoran. Ese amor mutuo aún se conserva.
Han pasado muchas cosas desde su partida, sus hijos ya no son los niños a los que dejaron, hoy son todos unos hombres y mujeres a punto de entrar a la edad adulta. Sus padres han envejecido al igual que sus hermanos. Pero pierda cuidado, el amor por ustedes, que están a la distancia, sigue intacto.
Seguramente la economía del país no pasaba por el mejor momento el día en que tomaron la decisión de partir, y para serles sinceros, hoy por hoy está igual o peor. Todos los colombianos que residimos aún en esta agobiada patria tenemos muchos problemas económicos, a excepción, claro, de sus familiares, que gozan de las remesas que ustedes les pueden enviar. Seguramente fue ese su anhelo antes de partir; que los suyos estuvieran “bien”, que no les faltara nada.
Pues bien, créame que si ese era su objetivo, lo ha logrado; a sus hijos, padres, hermanos, sobrinos, etc, no les ha faltado nada. Ha valido la pena trabajar tan duro como lo hace, desgastándose no sólo física sino emocionalmente.
Con seguridad ahora el país en el que se encuentra debe haberlo acogido y hasta en este momento puede estar gozando de una doble nacionalidad. Pero no conformes con eso, debe estar soñando en que al menos sus hijos puedan tener ese mismo ‘privilegio’
Lo felicito señor emigrante, si su deseo era que no le faltara nada a su familia, al menos desde el punto de vista económico.
Pero hay un detalle, en este tiempo que usted ha estado ausente, sus hijos ya no son los niños que dejó, ellos crecieron y pasaron no pocas etapas difíciles de la niñez y adolescencia, solos. Ciertamente usted no fue el único que sufrió soledad en ese extraño país, del que tanto anhela adopción. Sus hijos también. Créame que si ellos pudieran elegir entre comodidades económicas o su compañía, no habrían dudado un segundo en aguantar hambre junto a usted.
Lo invito a que vuelva señor emigrante, no le creo falsas expectativas diciéndole que el país ha mejorado. Sigue lo mismo. Creo que peor. Pero hay algo por lo que vale la pena regresar: su familia.
Arregle sus asuntos y compre el próximo boleto con destino a Colombia, todavía está el rio ese al que usted se iba abañar con sus amigos en el colegio. Las empanadas con ají no han pasado de moda y el café y la arepa todavía saben bien al desayuno.
No lo piense dos veces, véngase ya y vaya preparando sus oídos y su lengua, porque aunque hable cada ocho días con su familia, todavía no le han contado todo. Usted bien sabe que uno por teléfono no lo habla todo.
Haga el balance y se dará cuenta que es mejor estar en su tierra, esa tierra que cuando usted sale a la calle la gente lo saluda por su nombre y hasta le agregan un don o una doña, y los que no le conocen lo miran y sonríen.
Así que don o doña emigrante lo esperamos pronto, este su amigo y con mayor esperanza su familia. Familia que téngalo por seguro no le reprochará en ningún momento su larga ausencia. Ausencia que terminara el día en el que oiga el himno nacional cuando el avión en el que llegue le ponga a sonar el ¡oh gloria inmarcesible o júbilo inmortal...¡
1 comentario:
And what is this supposed to mean? No entiendo el por qué del escrito.. parece que fueras tú el que estuvieras reclamándole a alguien por una ausencia de largos años.
Cada vez te entiendo menos, kidd'o... sería bueno ponernos a hablar un ratito.
Besos, te me cuidas!
Publicar un comentario